lunes, 27 de febrero de 2012

El encuentro






Ruth iba como siempre a su cafetería preferida para desgutar ese maravilloso café que tanto le gustaba.

Esa mañana, ella se sentía especialmente cautivadora, se puso su mejor ropa... un vestido rojo ajustado que marcaba sus innumerables curvas, los labios rojos como las cerezas y los ojos negros como la aceituna...

Al llegar a la cafetería estaba la misma gente de siempre, excepto una persona. Era la primera vez que la veía, esa persona era un hombre alto y guapo. Tenía unos labios carnosos una nariz fina y larga, unos ojos azules como el cielo y una sonrisa encantadora.

Sus miradas se cruzaron y ella sintió que le ardía el pecho...

Pero no se atrevió a decirle nada..

Cuando terminó su café y disponía a irse el camarero le dió una pequeña nota: Este es mi número, espero recibir pronto tu llamada. Ella, confusa, preguntó quién le habia dado ese papel. El camarero le confirmó que era su apuesto hombre alto de ojos azules.

Pasó la primera noche, sin poder dormir, sumida por las dudas de qué hacer.

Decidió llamarlo. Quedaron en la misma cafetería donde se conocieron por primera vez.

Charlaron durante horas y el día se volvió noche.

-¿Quiéres venir a mi casa? -dijo ella. Está aqui al lado, podríamos tomar la última en mi casa.

Él, sin titubear acepto encantado.

Estaba nerviosa, le sudaban las manos y le temblaba el cuerpo.

Ya, en la puerta, se quedaron mirando el uno al otro, una mirada llena de pasión en donde se podía leer que uno deseaba al otro.

Entraron y se sentaron en el sillón..Él empezó a acariciarle el cuello lentamente, podía ver como se le erizaba la piel de ella, empezó a besarla y la tumbó sobre el sillón quedandose él al lado de ella...

Él empezó a tocar sus pechos, ella se estremecía. Quitó su blusa azul, dejando ver sus hermosos pechos bien proporcionados, no podia dejar de contemplar la belleza de aquella mujer.

Ella se sentía cada vez más húmeda, buscó con su mano por la cintura de él algo duro y palpitante hasta encontrarlo.

Él empezó a bajar lentamente, besando su cuello, sus pechos, su ombligo... le quito las pequeñas braguitas negras de encaje que llevaba y hundió su cabeza entre sus muslos.

Podía sentir como gemía, eso hacía que él se pusiera más y más duro.

Entra dentro, por favor -dijo ella suplicante.

Él aceptó y se fundieron en uno.

Ella sentía como entraba y salia de su cuerpo muy suave algo duro y grande, le gustaba. Sentía como aumentaba la rapidez de sus golpes. Se estremecía de placer. No podía dejar de retorcerse, sentía el palpitar de él...

Fue una noche increíble para ella y para él.

Él para despedirse, la miró a los ojos y con una dulce voz le dijo:

-Hasta nunca preciosa-

Jamás volvieron a encontrarse...

No hay comentarios:

Publicar un comentario